domingo, 17 de noviembre de 2013

Guerreros digitales

   A finales de los años 70 una nueva forma de ocio irrumpió con fuerza entre los jóvenes de medio mundo. Los salones recreativos aglutinaban centenares de chavales que se gastaban sus exiguos ahorros moneda a moneda embelesados con las imágenes electrónicas y sonidos sintetizados de aquellos primitivos videojuegos. Fue por esta época que el joven director Steven Lisberger imaginó una atrevida historia de guerreros hechos de luz y energía que peleaban en ese mundo paralelo situado al otro lado de las pantallas de los arcades.


   El proyecto era algo único, cine genuinamente experimental, a pesar de lo cual un gran estudio como Disney aceptó producirla tras ver una demostración técnica que confirmaba la viabilidad del mismo. Dicha demo no consistía en ninguna secuencia generada por ordenador, sino en un complicadísimo sistema denominado "animación con luz de fondo", donde los actores eran primero filmados en blanco y negro y se generaban una serie de máscaras ópticas para crear los distintos efectos de luces. En realidad las secuencias generadas por ordenador fueron muy pocas a lo largo del metraje. La gran mayoría de los efectos especiales se crearon mediante métodos ópticos convencionales. Como curiosidad, el número de máscaras con que contaba cada fotograma era tan elevado  que tuvieron que desechar la película convencional de 35 mm para las escenas que tienen lugar en el mundo electrónico, pues su reducido tamaño complicaba su manipulación, recurriendo a un celuloide de 65 mm, con los problemas añadidos de iluminación y profundidad de campo que ello implicaba. La película, que contó con actores de la talla de Jeff Bridges o David Warner, fue finalmente estrenada en 1982, con un moderado éxito de público, aunque con el paso del tiempo ha alcanzado categoría de "película de culto".


   Dentro del carácter tan genuino de la cinta, el trabajo para la banda sonora de la misma recayó sobre Wendy Carlos, una auténtica pionera en el uso de sintetizadores analógicos, y que probó la versatilidad de éstos trasladando grandes obras de Bach o Vivaldi al mundo de la música electrónica. Se podría decir que Carlos contribuyó a crear toda la tecnología de sintetización de instrumentos musicales por medios electrónicos durante la década de los 60, en una combinación de ingeniera y música.
   Wendy, que ya había trabajado anteriormente en el cine creando la controvertida banda sonora de la no menos controvertida película de Kubrick "La naranja mecánica", crea una banda sonora fundamentalmente electrónica que bebe en gran parte de los clásicos, aunque también incluyó orquesta y coros para algunas secuencias. Sin embargo, uno de sus trabajos más puramente electrónicos que compuso para este score fue el "Tron scherzo", del que tenemos aquí un fragmento sintetizado en una Roland JP-8000.


   Carlos crea una banda sonora coherente y completa, con algunos fragmentos emotivos, pero que fundamentalmente destila bits en cada nota, sobre todo en las secuencias de acción. Destaca especialmente el brillante tema creado para el personaje de Tron, que hace las veces de Leit Motiv, y que podemos escuchar en los títulos de crédito finales. Aquí los sintetizadores ceden su protagonismo a la orquesta, acompañada por coros vocales para, según avanza la pieza, ser sustituida por un órgano solista que concluye el corte, en un homenaje a su siempre admirado Johan Sebastian Bach. Una banda sonora única para una película irrepetible.



    A pesar del escaso éxito inicial del filme, su carácter mítico han mantenido viva la franquicia durante casi 30 años, tanto es así que finalmente en 2010 se estrenó una continuación: Tron Legacy.
   Si bien es cierto que la nueva película, también producida por Disney, no posee ese carácter experimental de la primera, hay que decir, para ser justos, que tampoco cayó en un convencionalismo vacuo, sino que fue un intento bastante digno de volver a trascender más allá del espectáculo digital de las cintas de acción de la época a través de un magnífico diseño artístico que impregna gran parte del film, especialmente aquellas que tienen lugar en la "rejilla", y que convierten la película dirigida por Josheph Kosinski en un viaje por una auténtica galería de arte vanguardista.

   En esta ocasión Disney vuelve a tomar decisiones arriesgadas, más propias del cine de autor que de las grandes superproducciones. Así, además de coger a un director prácticamente desconocido, un arquitecto proveniente del mundo de las imágenes generadas por ordenador, decide conceder la creación de la banda sonora al famoso dúo francés especializado en música electrónica Daft Punk. Se trata de una vuelta de tuerca sobre la idea original, la que llevó a Wendy Carlos a hacerse cargo de la banda sonora de la primera 28 años antes. Y la decisión, además de muy arriesgada, no pudo ser más afortunada.


   
   La música de esta nueva propuesta es uno de los grandes alicientes de la película. La pareja gala hace uso de todos los recursos a su disposición, incluyendo grandes momentos orquestales como la obertura y tema principal de la cinta, sin renunciar a esas melodías de sintetizador que tanto les caracterizan. 



  Aunque la base rítmica de todo el score es la misma, la gran variedad de soluciones hace que la banda sonora sea variada y se adapte perfectamente a las secuencias de las que forman parte.


   Un ejemplo del saber hacer de Daft Punk con la orquesta es el uso de las cuerdas, ya sea en secuencias de acción, como en la pista de Outlands, como en momentos más dramáticos, que hacen de contrapunto, como el magnífico Adagio for Tron.



  Es llamativo el peso dado a la orquesta por los dos franceses, y más teniendo en cuenta que los antecedentes musicales del dúo hay que buscarlo en la música house y el tecno-pop. Sin embargo el estilo más sinfónico de este trabajo no les impidió dejarnos una pista en la que la pareja gala reivindica sus orígenes en una pieza synthpop de ritmo frenético, además de hacer un breve cameo en una especie de local de moda virtual.





   Así pues nos encontramos con la que para mi es una de las más interesante de las bandas sonoras producida en 2010, aunque tal vez no tuvo el reconocimiento que se merecía. Una rareza dentro del mundo de la música de cine que ayudó a convertir la película de Disney en un espectáculo no solo visual, sino también musical, de primera magnitud.